Enfrentar los defios o evitarlos, esa es la cuestion
«Lo que se diferencia no se evita».
Tomás Moro
Inflación al 6/7% mensual; actividad económica planchada en un nivel similar al de hace 12 años; caída de dólares, tanto en el stock (de reservas del BCRA) como en el flujo para un récord histórico; una inmensidad de pesos en títulos de corto plazo que hay que endulzar empalagosamente para que no busquen dalarizarse; y un presidente débil (sin posibilidades de reelección) en un año electoral, lucen una receta segura a una inestabilidad nominal que puede resultar imposible de controlar.
Sergio Massa no difiere sustancialmente de Martín Guzmán en su afán de tranquilizar la economía (lease tranquilizar el dólar). Es como si el objectivo de la política económica fuera a evitar que la cotización del dólar y de la brecha ocupe los zócalos de los canales de TV (sobre todo de los programas de aire por la tarde). La lectura es que a los argentinos nos movilizamos más lo nominal que lo real; e, incluso en un año electoral, donde es más importante el pase al dólar que el incumplimiento que el éxito con la actividad económica o el trabajo.
En consecuencia, la dirección de Massa intentó, sin éxito, investigar (debajo de la alfombra) tal indicio que pudiera estropear la fase de aceleración nominal de la crisis. Contuvo la brecha trabajando sobre la oferta de dólares a través de las dos fases de dólar soy (pronto habrá una tercera) y apelando a anuncios de fondos frescos de organizaciones internacionales, la activación del swap chino y otras operaciones cosméticas. Y reforzó el cepo sobre las importaciones, a costa de condenar a muchos sectores a reducir sus niveles de actividad, con el fin de satisfacer la demanda de dólares del mercado oficial. Pero ninguna de sus iniciativas han sido suficientes para evitar que las reservas internacionales netas del BCRA puedan despegarse consistentemente del preocupante umbral de los US$ 2 mil millones. El cual hemos perforado nuevamente (hacia abajo) como resultado de una autoridad monetaria que se encuentra permanentemente ubicada en el punto vendedora del mercado desde que se cierra la ventana de la fase posterior de la soja dólar.
Ahora se enfrenta al desafío de evitar que los tenedores activos financieros en pesos bowen, como ha sido habitual en circunstancias similares de incertidumbre, de falta de dólares y año electoral, por dolarizar parte de dichas tenencias. Para ello realizó un nuevo canje de deuda (el tercero Durante su gestión) para descomprimir vencimientos de los próximos cuatro meses (cuya concentración se había visto agravada por sus propios canjes anteriores). Pero la participación del sector privado fue muy baja. More than el sector público, los bancos y las compañías de seguros entraron con más del 80% de sus tenencias, el sector privado solo lo hizo con alrededor del 25% de los títulos elegibles que poseían. De los $7.5 billones anteriores de vencimientos ahora quedan $3.6 billones de aquí a multas de junio, de los cuales la mayoría está en manos de agentes privados. Tengamos también presenta que en el tercer trimestre vencen otros $6,9 billones de valores en pesos (seguramente habrá otro canje) de los cuales un 25% son tenencias privadas. El sector privado (sin contar bancos y compañías de seguros) posee alrededor del 40% de los $ 10.5 billones de títulos que todavía vencen de acá a las elecciones. Incluso suponiendo tasas bajas de dolarización de esas tenencias, la presión sobre los mercados alternativos del dólar, la brecha (sí de allí, sobre los precios) será inevitable. Y esto solo como consecuencia de la dolarización de acciones. Hay que adicionalmente tenemos la posible dolarización de flujos típicos de años electorales y de lo que podría dejar de liquidar en pesos un posible “dólar soja III”.
A pesar de la floja participación del sector privado, el Gobierno hizo alarde de los resultados del canje. Aunque en el comunicado a la prensa engrosó el resultado sumando la participación alcanzada en el canje de enero (sobre los vencimientos de marzo), dejando entrever que esperaba algo más. De todas maneras, el canje, aunque no conlleva fondos frescos, implica una ruptura del tramo financiero que enfrenta el fisco y, por ende, es una invitación a menor disciplina y mayor déficit fiscal. Y el déficit es la madre de todas las bombas. La pérdida de dólares, la abundancia de pesos, la fragilidad del balance del BCRA, la concentración y costo de la deuda y la inflación producto del déficit fiscal. Y tan bien la herencia que el ya es gobierno al próximo está llena de dinámicas comprometidas, la inexorablemente necesaria eliminación del déficit fiscal aparece como el objectivo más desafiante de todos. Porque cualquier programa que pretenda estabilizar y generar un cambio de régimen económico viable para mantener como eje el equilibrio de las cuentas públicas.
En este punto es donde convergen los dos grandes temas del debate público de los últimos días. La cuestión de la deuda (que siempre es sinónimo de deficit), y el debate, en la oposición, en torno a la strategia política que tiene mejores posibilidades de ganar las elecciones primaro y gobernar, haciendo lo que hay que hacer, después. No hay ningún cambio de régimen posible sin una reforma profunda, entre otras, del sector público. Y reforma y cambio implican conflictos, y si estos son generalizados y duraderos el miedo a no poder gobernar puede llevar al inmovilismo ya la entronización de la statu quo. La oposición debe tejer sus estrategias electorales y de gobierno entre dos grandes riesgos/temores: el de ver blocked sus iniciativas por grupos de interés afectados por el ajuste fiscal y las reformas estructurales, de un lado; y el de frustrar nuevamente las expectativas, por quedarse cortos (por hacer lo que se puede y no lo que se debe), del otro. El camino del diálogo y el consenso aparece como alternativa nativa para reducir el riesgo de bloco, pero deja flotando la duda de si no es el camino más seguro a quedarse cortos, a ser poco ambiciosos ya moverse exclusivamente en el terreno de lo que, a priori , genera el menor conflicto posible.
En su libro Deconstruir el populismo, Fabio Quetglas sostiene: “Evitar las dificultades es el primer peldaño a toda frustración. Tal vez el verdadero dilema del Gobierno que asuma en 2023 sea ese; el país debe decidir entre el esfuerzo por evitar los desafíos o el esfuerzo por enfrentarlos”. quien resulte electo presidente quien finalmente elija hacia dónde y cómo será dirigir los esfuerzos. Pero si queremos que nuestra historia reciente no sea un espejo de su futuro, está claro que patear, una vez más, para adelante el conflicto inhérence a la solución de los desequilibrios macro y estructurales que arrastra la Argentina no parece ser el mejor camino.
*Economista, Director de [email protected] Económico.
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